Un plan perfecto. Eso fue River en su victoria ante Newell's. Pudo haber tambaleado en algún momento de los 90 minutos, pero cuando el conjunto flaqueaba, surgía la individualidad para volver a encausar el trámite. Así se logró una victoria ante un rival que es hoy en día uno de los grandes exponentes del fútbol lindo a la vista, y que River supo llevarlo al terreno de lo errático.
Primero en principal, el corte a un equipo que se prepara día tras día para la tenencia de la pelota se basa en dos puntos: pasadores y receptores. Por eso los cimientos de ésto empezó en el primer tiempo con la presión de los delanteros sobre la salida de Guzmán y con el achique de la línea de volantes en el terreno para lograr esa asfixia sobre los receptores. Con Ledesma (¡Qué crack que es!) liderando la tropa llegando hasta tres cuartos de cancha para morder donde y a quien fuera y enseguida buscando sorprender con un pase habilitando a un compañero en situación de ataque o sólo robarles la pelota para que no la tengan.
La seguidilla pasó su factura. El complemento se notó que las piernas pesaban. Cancha pesada el domingo ante Boca por la lluvia, cancha pesada la de hoy también sumado al gran despliegue realizado en la primera parte más la necesidad de Newell's por ir a buscar el empate. Y cuando un ex, Trezeguet, pudo tirar todo al demonio, surgió la individualidad y la humanidad sobre todo de Barovero para poner literalmente su cara en pos de mantener el resultado. Con un par de contras pudo haberse terminado la historia mucho antes, pero Cavenaghi primero y Teo después no están teniendo el número de teléfono del gol. Retroalimentación individualidad-conjunto. Base de toda construcción.
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