Todo cuesta arriba. Las dificultades de un equipo que propone un fútbol sin pelota y otro que, cuando la tiene, produce lo que puede. Eso fue Belgrano en su victoria ante River.
El conjunto cordobés, se sabe, propone jugar sin jugar. Que la pelota sea patrimonio del otro. Después todo lo otro lo hace con creces. Agresividad defensiva, líneas compactas y luego explosión por las bandas. Todo eso forma en los de Zielinski un círculo perfecto para sus pretensiones. Y todo eso a River le trajo sus complicaciones. Porque costó entrar. River no tuvo dinámica en ataque sumado a la falta de definición y contundencia que arrastran sus delanteros.
Porque la falta de creación se debió a que Lanzini estuvo contenido y no gravitó. Y el profundizar por los costados se reflejó en el primer gol del Pirata ya que un error en conjunto entre Mercado y Teo deja al desnudo todo un latifundio por el sector derecho de River que había quedado desprotegido y en donde Fernández tuvo todo el tiempo del mundo para esperar a que sus compañeros llegaran al área y poner el centro para Velázquez.
Hasta que River enseguida tuvo un momento de lucidez. Quizás uno de los únicos durante los 90 minutos. A líneas compactas, solución: sorprender rompiéndolas, y eso hicieron Lanzini como lanzador y Teo evitando el fuera de juego, yendo a luchar la pelota con Olave y poniendo el empate.
El segundo tiempo fue un partido de ajedrez. Movían los técnicos los peones para no sufrir en lo que ya parecía un empate decretado, hasta que el que nunca se equivoca, Barovero, tuvo su estreno en la famosa y recordada "perla negra" por no poder retener el tiro de Zelarayan cuando ya el encuentro estaba por llegar a su fin.
La jugada de la polémica |
Celebro desde acá el no pataleo de Ramón Díaz y su pedido de la tecnología, porque el fútbol no puede quedarse en el tiempo al revés de otros deportes solamente por defender a las autoridades del partido. Mientras tanto, intentemos, porque se puede hablar de fútbol a pesar de todo.
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