El día de la expectativa. River Plate volvía a tener el Monumental a pleno, más de 62 mil espectadores habilitados para el partido. Los hinchas enloquecían de alegría. El operativo de venta de entradas funcionó a la perfección con la genial idea de vender para los hinchas del interior el mismo día del partido. Era en Defensores de Belgrano ya que por disposición de seguridad no se puede vender en el estadio.
Y el Monumental estalló. Todos los que quisieron estaban en el estadio, todas las banderas políticas también ya que no faltó ninguna. En lo que respecta al partido, River arrancó con mucha potencia. Sufrió un golpe cuando Sánchez se hizo expulsar, algo infantil que no debe repetirse. Ya le pasó al Chori Dominguez, no puede seguir pasando con otros jugadores. La amarilla era discutible, pero la protesta hay que dejársela al jugador autorizado, el Capitán. De esa forma, las protestas no terminan en sanciones. Hay que ser inteligentes.
Pero el equipo supo rearmarse. Luego del bajón lógico, River se desorientó. Independiente de Rivadavia no llegaba pero tenía la pelota. Hasta que de la mano de Cavenaghi estalló el estadio en ese grito tan lindo. Los hinchas festejaban entre ellos, con el de al lado, aunque más no sea un desconocido fundido en un abrazo extraño. El partido siguió, Independiente se repartía entre los regalos de River por sus imprecisiones y las patadas del fondo para evitar que la banda llegue al arco. Con un Ocampos imparable se iba el primer tiempo.
En el segundo tiempo, River Plate fue para adelante pero se perdió hasta que el Chori Dominguez frotó el botín y 2-0. Los hinchas deliraban, el Monumental era una fiesta. Ponzio, de flojo rendimiento hasta este partido, la rompía. Llegaba hasta el arco rival y hasta tenía oportunidades de gol. Almeyda movía el banco y hacía el recambio, sacaba a las piezas clave y ponía en la cancha a los jugadores que hay que darle kilometraje. Y así entró el Keko Villalva, Aguirre y Trezeguet.
David se dió el gusto finalmente. Después de un centro certero a su cabeza, le dió de pique al suelo para dejar en ridículo al arquero, el mejor espectador del gol. Tan fácil define Trezeguet que nos dá la impresión al resto de los mortales que este juego puede jugarlo cualquiera. Una cátedra de cabeceo.
Se iba el partido y los hinchas deliraban. Fiesta y Carnaval, todo en el mismo lugar, el Monumental. Delirio, festejos, desahogos. Todo junto y por el mismo precio. El hincha se ilusiona con ver un equipo jugando así en lo que resta del campeonato. River sigue puntero y jugando así va a ser difícil que la suelte.
domingo, 19 de febrero de 2012
River Plate 3 vs 0 Independiente de Rivadavia: Asi ilusiona
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