Llegó el día esperado, algunos se levantaron tempranísimo y armaron la fiesta, otros almorzaron en familia, pero ninguno de los que tenían entradas se perdieron el superclásico. En la cancha hubo un tiempo perfecto y uno para el olvido. Pudimos meter más goles en el primero o definirlo en el segundo. Nada de eso pasó. River mostró que está creciendo y que futbolísticamente hay una esperanza, pero también mostró miedos y fantasmas de estos tiempos que parece que resisten su adios.
Pero lo más importante se vivió en las tribunas donde el hincha volvió a decirle al bostero de turno: son así de chiquitos! Desde la interminable entrada de la hinchada a puro bombo y redoblante, pasando por la salida en el primer tiempo con las cintas, el humo rojo y blanco, los globos y las cartulinas hasta el segundo tiempo a puro papelito, pero siempre alentando. River pudo aguantar cuando lo apretaron también por los hinchas que siempre dijeron presente y aunque por momentos se sentían desconcertados (hasta en los laterales regalábamos la pelota), el aliento siempre dijo presente.
Enfrente? Ahí parece que no pudieron pasar los parlantes. No señores, en Nuñez se canta, no se acopla. Trajeron un pañuelo, que en su cancha parece una bandera "gigante" y al final dejaron una bandera que decía Silencio Atroz 2. Parece que además de acoplar son sordos.
En el césped Gallardo continuó su paternidad sobre el pato, a Palermo no lo podemos descuidar pero en las tribunas hubo un solo ganador, vos y yo.
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